S.W.A.T. - Open Mind(13/09/2025)

Cuando entras en una escape room como S.W.A.T. de Open Mind, lo haces con la adrenalina ya activada. No sabes qué te espera exactamente, pero hay una promesa implícita: acción, tensión, estrategia. Lo que no te esperas —o al menos nosotros no lo esperábamos— es que esa promesa se cumpla con tanta precisión ya desde el principio, cuando entras directamente en un coche real (inmóvil, pero que te empuja plenamente a la inmersión) para poner rumbo a tu misión… Y hasta aquí podemos contar.

Lo que Open Mind ha conseguido con este escape no es solo una sucesión de pruebas bien pensadas. Es una coreografía de ritmo y lógica, de movimiento y pensamiento, donde cada paso que das, cada mecanismo que activas, cada deducción que haces, fluye con una naturalidad sorprendente. Y eso no es fácil. De hecho, es uno de los mayores logros de esta sala.

La conexión entre pruebas, narrativa y escenarios está milimétricamente medida. Todo tiene sentido. Nada sobra. El juego te empuja hacia delante con energía, pero sin forzarte. La historia —una operación de élite al más puro estilo policial— funciona como hilo conductor, aunque, para los amantes de los argumentos más rebuscados en salas de escape, es cierto que no termina de destacar especialmente por su originalidad o profundidad. Está bien, cumple, pero no es el aspecto más memorable de la experiencia.

Uno de los mayores aciertos es el equilibrio entre pruebas físicas y mentales. Aquí no vale con ser solo hábil o solo listo: hay que colaborar, comunicarse, coordinarse. Y eso, sumado a una variedad de espacios más que aceptable, genera una sensación constante de descubrimiento.

Eso sí, hay un detalle a tener en cuenta: el tramo final puede llegar a ser un poco abrumador. La cantidad de pruebas que se presentan de golpe es elevada, y aunque siguen estando bien integradas, el ritmo se vuelve más frenético y puedes sentirte algo saturado al intentar abarcarlo todo. No llega a romper la experiencia, pero sí cambia el tono: de la calma tensa del principio a una resolución más caótica y exigente.

¿Se echa algo más en falta? Quizás un poco más de acting por parte del game master, ese toque interpretativo que podría haber elevado la inmersión a otro nivel. Aunque cumple su función, con algo más de teatralidad el conjunto sería aún más redondo, si cabe.

En resumen S.W.A.T. es una de esas salas que te atrapan. No solo por lo que haces dentro, sino por cómo lo vives: con intensidad, con ritmo, con inmersión. Incluso si la historia no brilla con luz propia, la experiencia lo compensa con creces.

Gracias, Open Mind, por seguir creando experiencias que no solo se juegan, sino que se viven.