SYNERGO ESCAPE ROOM (07/11/24)
Hay salas que reinterpretan un cuento clásico. Y luego está Synergo, que lo reinventa por completo.
Su propuesta basada en Hansel y Gretel no es una simple adaptación: es una montaña rusa de emociones que mezcla humor, terror, fantasía y un personaje que ya forma parte de nuestro Olimpo escapista: la Yaya Candy.
Desde el principio, la experiencia te atrapa con una ambientación progresiva y muy bien medida. Es una sala que va de menos a más, y eso juega totalmente a su favor. Comienza con un tono más suave, casi juguetón, que poco a poco se va volviendo más oscuro, más tenso… y más delirante.
Y en el centro de todo está Yaya Candy, una versión totalmente inesperada de la bruja del cuento. Carismática, inquietante, desquiciada y divertidísima, es uno de esos personajes que se te quedan grabados. Su presencia marca el ritmo de la sala, haciendo que no sepas si reír, correr, o ambas cosas al mismo tiempo. La actuación y la construcción de este personaje son, simplemente, brillantes.
El equilibrio entre humor y terror es una de las grandes virtudes de esta sala. No es fácil hacerte reír y luego ponerte los pelos de punta… y aquí lo consiguen con naturalidad y muchísimo talento. Hay sustos, sí, pero también carcajadas. Y todo perfectamente integrado con una historia que respeta el espíritu del cuento, pero lo lleva a territorios mucho más originales e inesperados.
Las pruebas acompañan muy bien esa evolución narrativa. Hay momentos más clásicos de escape room, pero también otros mucho más teatrales, dinámicos y cooperativos, que hacen que estés siempre alerta y completamente dentro del juego.
Y cuando crees que ya lo has vivido todo… llega el final. Un clímax cargado de suspense, adrenalina y tensión que nos dejó sin aliento. De los más épicos que hemos vivido: intenso, cinematográfico y muy, muy divertido.
En resumen, Synergo Escape Room ha creado algo único con esta reinterpretación de Hansel y Gretel. Una experiencia que sabe cuándo hacerte reír, cuándo hacerte temblar y cuándo acelerarte el corazón. Y que te deja con la sensación de haber formado parte de una historia loca, brillante y perfectamente ejecutada.
Una sala que no se olvida. Gracias, Yaya Candy. Ojalá nunca salgamos de tu casa.
